
Título original: La piel que habito.
Género: Drama.
Calificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 117 minutos.
Dirección: Pedro Almodóvar.
Guión: Pedro Almodóvar.
Reparto: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet y Roberto Álamo.
El Dr. Robert Ledgard (Antonio Banderas) vive obsesionado con la creación de una nueva piel sintética capaz de ser resistente a agresiones físicas externas y así reemplazar la vulnerable capa dérmica que separa nuestro interior del mundo que nos rodea. El comienzo de su investigación tiene lugar a raíz del muerte de su mujer, la cual opta por quitarse la vida luego de ver el reflejo de su rostro en el cristal de su ventana. El reflejo no es ya el de un rostro que solía ser hermoso, sino el de una piel que ha quedado irreversiblemente deteriorada a causa de severas quemaduras sufridas tras un accidente automovilístico.
Pero el Dr. Ledgard opta por hacer caso omiso a los principios bioéticos que rigen el uso de células madre en la terapia celular, agravándose aún más la metodología de su proceder gracias a que los ratones atímicos que alega emplear frente a la comunidad científica lejos están de ser la verdadera víctima de sus experimentos. Su inescrupuloso carácter no solo lo conduce a utilizar como conejillo de Indias a la pobre de Vera Cruz (Elena Anaya), una joven que permanece aislada no precisamente por voluntad propia y cuya verdadera identidad está más allá de lo que se puede ver en sus ojos, sino que además lo lleva a torturar a un joven de nombre Vicente (Jan Cornet) cuyo rostro y cuerpo irán sufriendo cambios impactantes con el correr de los años.
Una trama enrevesada que coloca a Antonio Banderas en un papel diferente, interpretando a un cirujano adicto al opio y con pocos tabúes en el ámbito sexual, al que poco le importa si la mujer con la que mantiene relaciones, aparentemente consentidas, es realmente Vera o alguien más; un papel del cual logra salir majestuosamente gracias al tinte frío y escalofriante que logra imprimir a su personaje. Elena Anaya, por su parte, toma el control de la escena cada vez que aparece en pantalla y los cuidados desnudos de los que es protagonista no escatiman en mostrar la beldad de su esbelto cuerpo.
El largometraje, acompañado por una banda sonora que parece resaltar la locura del obsesivo Dr. Ledgard por el cuerpo de Vera, presenta una fotografía impecable que denota el cuidado de cada uno de los planos que han de contar la historia. Sin embargo, si algo evidencia falta de prolijidad son los saltos temporales que se suceden con el objeto de explicar el verdadero por qué del presente de los protagonistas y el truncado final que muy poco tiene de oportuno. La aparición del tigre es, por otra parte, una escena que no logra cuadrar con el resto del largometraje y parece incluso algo prescindible, pero creo que el guión escrito por el propio Almódovar la incluye solo para denotar la importancia de la sexualidad en el film y además para marcar aún más la enfermiza carencia de ciertos límites a la hora de concretar el deseo físico.
La revelación que ocurre a mitad del largometraje compensa, y con creces, cualquier pequeño error que el cineasta español pudiese haber cometido, y es dicho impacto lo que obliga a quitarse el sombrero ante esta obra maestra. Una película que retumba en la mente del espectador luego de abandonar la sala de cine y que contribuye a confirmar una vez más la marcada superioridad del cine español respecto del resto de sus vecinos europeos.
8 - Notable
